viernes, 27 de abril de 2012

El humor alivia el dolor


Aunque el humor había sido estudiado con profundidad por nombres tan relevantes como Henry Bergson (premio Nobel, 1927) y Sigmund Freud, fue Norman Cousins quien en 1979 llamó por primera vez la atención de la comunidad científica internacional sobre sus extraordinarias posibilidades terapéuticas. En su libro Anatomía de una enfermedad describe los efectos que tuvo la risa en la curación de su espondilitis anquilosante. 

Partiendo de la base de que las emociones negativas, tales como la ira, la ansiedad y el estrés personal, pueden propulsar el ritmo cardíaco y elevar la presión de la sangre hasta un nivel letal, afectan negativamente a la salud humana, Cousins pensó que lo contrario debía ser cierto: que las emociones positivas tendrían un efecto positivo, tales como la felicidad y el amor, aunque ha sido poco estudiado. Confirma la relación entre tristeza y enfermedad, alegría y curación. 

Norman Cousins, se negó a aceptar tan triste pronóstico y decidió hacerse cargo de su propio tratamiento. Recordó una conferencia sobre las nefastas consecuencias que las emociones negativas tienen sobre el organismo, quizá entonces las emociones positivas podían restaurar el equilibrio y ayudar a su recuperación. 

Estaba dotado de un poderoso deseo de vivir y se resolvió a potenciarlo utilizando la alegría. Consiguió películas divertidas. Observó que la risa era un poderoso analgésico: 10’ de risa equivalían a 2 h. de sueño sin dolor. Esto se vio reflejado en la mejoría en las pruebas médicas. 

El deseo de vivir es uno de los efectos terapéuticos más importantes del humor. En la medicina debe contarse con él. Por Ej: una persona con una enfermedad insignificante, si dice desde el principio que se va a morir, ya no sale vivo. El fenómeno opuesto, un paciente con una enfermedad que le queda poco tiempo de vida y la persona opina de otra forma y dice que no va a morir, sobrevive. 

Hoy en día, Cousins está considerado como el verdadero faro de la medicina de la risa. 

Aunque la risa no puede curar el dolor, es evidente que puede facilitar una verdadera liberación del mismo. Lo mejor de todo quizá sea el hecho de que la investigación médica haya descubierto que un buen ataque de risa es capaz de activar la liberación de dos neuropéptidos químicos: las endorfinas y las encefalinas, comúnmente descritas como los agentes supresores del dolor del organismo humano.

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