El perdón es un regalo. Es uno de los regalos más grandes que puedo darme y dar a los demás.
Cuando dejo ir el juicio, el resentimiento, la expectativa o el enojo, abro mi corazón y mi vida a una experiencia de crecimiento y libertad. Si tengo dificultad en soltar una herida pasada, medito, me calmo y le pido a mi YO interior, a Dios, que me ayude a dejar ir --aun cuando yo no sepa cómo-- y recibo guía, claridad y comprensión.
Gracias a su poder, mi corazón se abre y mi visión se aclara.
Siento más amor y compasión por los demás y por mí mismo, porque mi mente y mi corazón ya no están cerrados a la experiencia del perdón.
Al perdonar, me doy un regalo valioso, libertad.
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