domingo, 14 de julio de 2013

Cuando la edad no importa: Augusto

He vivido, he jugado, ¿Y por qué no un poco más?

Así sucedió con un paciente, Augusto, un señor de 76 años de edad con tumor gástrico, internado en un hospital monovalente de la Ciudad de Buenos Aires, compartía la habitación con otro hombre de aproximadamente 50 años de edad, que siempre estaba acompañado.

Las enfermeras pidieron a los payasos que lo visitasen porque lo notaban muy deprimido y ni siquiera se a en la cama. Ya les habían informado que el señor era del interior del país y recibía pocas visitas, sus familiares -en su mayoría- permanecían en su lugar de origen debido a sus ocupaciones laborales. Las enfermeras no conocían sus gustos, Augusto era poco comunicativo con ellas.

En el primer encuentro con los payasos, les manifestó que él ya estaba viejo, que no servía para nada, que no perdieran el tiempo con él y que seguramente otros pacientes o niños los necesitaban más. Los payasos lo saludaron y como ellos visitaban el hospital todas las semanas en el mismo día y horario, le contaron que volverían pasar. Augusto aceptó.

A la siguiente semana el paciente se sorprendió cuando los payasos lo saludaron por su nombre, incorporándose apenas en la cama. Dijeron que estaban haciendo una recolección de virtudes y le mostraron algunas suyas.

Ante esta demostración "clownesca", Augusto sonrió. Era su turno, pero no recordaba ninguna virtud para comentar, hasta que ayudado por los payasos recordó que en su juventud había salido campeón en el tejo (juego parecido a la rayuela o sapo que le lanzan fichas hacia un lado de un cuadrado pasando por varios recuadros) y que nadie lograba ganarle.

Los payasos curiosos por aprender le propusieron que les enseñara a jugar y así podrían ellos también llegar a ser campeones. Aceptó el desafío y les enumeró los materiales que necesitaría traer para la próxima visita.

Con la tapa de una caja forrada, los payasos armaron una maqueta que incluía fichas pequeñas de dos colores para lanzar que reemplazarían las piezas originales. 

A la semana siguiente, y con los materiales preparados, fueron al encuentro de Augusto dispuestos a jugar al tejo. Hicieron referencias sobre sus zapatos, si eran los adecuados para el evento, mostrándole sus chalupas (zapatos grandes y coloridos que usan los payasos), lo que provocó risas en los presentes.

Desplegaron la cancha apoyándola sobre la mesa en la que sirven la comida y tras el pedido de Augusto, lo ayudaron a incorporarse para poder quedar sentado en la cama; su rostro ya mostraba el entusiasmo propio de alguien que va a realizar algo placentero.

Comenzaron el partido y a medida que pasaba el tiempo se iba entusiasmando más. Les enseñó distintos trucos para que los tiros tuvieran distintos efectos.

Mientras jugaban les iba comentando cosas de su vida, que era del interior del país, recordaba anécdotas de su juventud, lo bien que la pasaba con sus amigos en los campeonatos de tejo, la satisfacción de ganar varios trofeos y que era su papá quien le había enseñado este juego.

Hablaba y hablaba sin parar de jugar. Al desperdirse, les prometió escribir la próxima semana un manual para "el buen jugador de tejo". Ese fin de semana le dieron el alta.

Es parte de la labor terapéutica de los payasos de hospital promover a través de juego la acción de recordar, intentando vincular al paciente con sus logros pasados y momentos emotivos, constituyéndose en facilitadores del proceso de evocación.

Así la persona comienza a contar y recuperar al menos el recuerdo en concreto de todos los acontecimientos vividos, cargado de valor y significado, desplegando sus vivencias al tiempo que juega.

La reminiscencia favorece la liberación de recuerdos placenteros y felices. Se utiliza cada vez más como técnica en la intervención con adultos mayores evidenciándose sus múltiples beneficios psicoloógicos, sociales, emocionales y relacionales.

Es esencialmente saludable en la vejez, dado que fortalece la identidad y favorece la integridad. Según Virginia Viguera, esto último sucede porque la reminiscencia relaciona "lo vivido, el pasado al presente constituyéndose así e una vivencia de continuidad, de historia de vida".

Augusto a través del juego tradicional, como el tejo, lo vincula a su infancia y sus logros, se reconecta, al desplegarse su historia, reafirmando su identidad y recuperando su autoestima, en un momento donde sus capacidades tanto psicofísicas como relacionales habían comenzado a perder vitalidad. 

Jugando se produce un re-encuentro. Un "tiempo libre" donde lo que parecía patrimonio perdido del pasado reaparece en el presente. Se entrelaza en la historia personal y devuelve la integridad a quien parecía detenido en el tiempo. Un "tiempo libre en donde es posible proyectar o afrontar lo que vendrá, a veces hasta lo inevitable, de un modo nuevo".

Extracto del libro: Payasos de Hospital. Historia de encuentros.
Andrea Romero, Liliana Méndez, María Marta Bianco, Vanesa Castro  Arata, Verónica Macedo.
Cap. 1: Cuando la edad no importa. Pag. 25

La imagen es de la página de los Pallupas:  http://www.pallapupas.org/es/programes/gentgran.html

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