Un sabio se paró ante un público y contó un chiste. Todos los asistentes se rieron.
Al cabo de un rato, contó el mismo chiste, y algunos se rieron, otros se quedaron mirándole, otros se incomodaban.
Se contó el mismo chiste una y otra vez, diez, once... y mientras se hacía, poco a poco, iban dejando de reírse los asistentes, hasta que sucedió que contándolo ya nadie se reía, ni siquiera sonreía
En un momento de silencio, el sabio comenta:
- Si no puedes reírte varias veces con la misma intensidad, de una sola cosa... ¿Por qué lloras por lo mismo, una y otra y otra vez?
No hay comentarios:
Publicar un comentario