lunes, 17 de octubre de 2011

Mujeres que corren con lobos

El cuerpo es como la tierra. Es una tierra en sí mismo. Y es tan vulnerable al exceso de edificaciones como cualquier paisaje, pues también está dividido en parcelas, aislado, sembrado de minas y privado de su poder. No es fácil reconvertir a la mujer salvaje mediante planes de remodelación.

Para ella lo más importante no es cómo formar sino como sentir. El pecho en todas sus formas desarrolla la función de sentir y alimentar. ¿Alimenta? ¿Siente? Entonces es un buen pecho.

Las caderas son anchas y con razón, pues llevan dentro una satinada cuna de marfil para la nueva vida. Las caderas de una mujer son batangas para el cuerpo superior y el inferior; son pórticos, son un mullido cojín, asideros del amor, un lugar detrás de la cual se pueden esconder los niños. Las piernas están destinadas a llevarnos y a veces a propulsarnos; son las poleas que nos ayudan a elevarnos, son una anillo para rodear al amante. No pueden ser demasiado esto o demasiado lo otro. Son lo que son.

En los cuerpos no hay ningún "tiene que ser". Lo importante no es el tamaño, la forma o los años y ni siquiera el hecho de tener un par de casa cosa, pues algunos no lo tienen.

Lo importante desde el punto de vista salvaje es si el cuerpo siente, si tiene una buena conexión con el placer, con el corazón, con el alma, con lo salvaje. ¿Es feliz y está alegre? ¿Puede moverse a su manera, bailar, menearse, oscilar. empujar? Es lo único que importa.

Ntozake Shange habla en su obra de para las chicas de color que han pensado en el suicidio cuando basta con el arco iris. En la obra, la mujer morada habla tras haber tratado con todas sus fuerzas de asumir todos los aspectos psíquicos y físicos de su persona que la cultura ignora o desprecia. Y se resume a sí misma en estas sabias y serenas palabras:

Eso es lo que tengo...
poemas
grandes mulsos
y pequeñas tetas
y
muchísimos amor.

Este es el poder del cuerpo, nuestro poder, el poder de la mujer salvaje. En los mitos y los cuentos de hadas las divinidades y otros grandes espíritus ponen a prueba los corazones de los seres humanos apareciéndose bajo distintas formas que ocultan su divinidad. Se presentan con túnicas, andrajos o fajas plateadas o con los pies cubiertos de barro. Se presentan con la piel tan oscura como la madera vieja o con escamas hechas de pétalos de rosa, con un aspecto tan frágil como de los niños, como el de una vieja tan amarilla como las limas, como un hombre que no puede hablar o como un animal que habla. Los grandes poderes ponen a prueba a los seres humanos para averiguar si ya han aprendido a reconocer la grandeza del alma en todas sus múltiples formas.

La Mujer Salvaje se presenta con muchos tamaños, colores, formas y condiciones. Debemos permanecer atentas para poder reconocer el alma salvaje en todos sus múltiples disfraces.

Clarissa Pinkola Estés.

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