miércoles, 15 de septiembre de 2010

Ponerse en sus zapatos... En su lugar... La Empatía





¿Es que si tu supieras lo que me haces sentir, no me dijeras esas cosas?...

¿Acaso no entiendes que eso me molesta?

Tu no sabes lo que es pasar por esto...

Frases como estas, y muchas otras más, se repiten sin cesar durante las terapias de pareja, terapias familiares y hasta en nuestros hogares... y ¿cómo saber lo que se siente vivir algo, cómo saber qué es lo que me molesta o no sino lo comunicamos de manera efectiva y eficaz?

Hablamos mucho de ponernos en el lugar del otro para entender desde esa perspectiva, las emociones que pueden estar bailando en la cabeza de quien sufre, padece, goza y vive lo que expresa que no entendemos, no sabemos o no sentimos.

La empatía, conocida como la capacidad que tenemos en entender, conectarse emocionalmente los seres humanos. En Programación Neurolingüística, se conoce como rapport, sintonía, que se logra de manera que entendamos las reacciones, acciones y pensamientos que se manifiestan, siempre y cuando no se caiga en la emocionalidad del momento.

La empatía no es sufrir en misma intensidad, o gozar en mismo nivel, es algo más sencillo y bien distinto de esto que acabo de comentar, sin embargo y en muchas ocasiones, así se define la empatía. 


Empatía es entender cuando se ve a alguien muy triste y llorando, que se debe apoyar y acompañar en el momento, si así lo sentimos (si nos sintonizamos emocionalmente) y dejar que la persona drene, sane, llore; sin nosotros llorar con él, sino, darle espacio y tiempo para pasar ese momento y nosotros en silencio, en presencia. Si la persona afectada emocionalmente (no necesariamente en emociones negativas, también cuando estamos eufóricos, alborotados, muy animados) nos pide conversar, darle el privilegio de hablar, de hablar lo que desee y cuando desee... y no opinar desde lo personal, sino, seguir, como si se estuviera siguiendo el paso, el ritmo hasta que la persona, sola, consiga calmarse, consiga decidir o responder a sus propias preguntas.

Es aprender a escuchar al otro sin emitir juicios o poner "sus huevos en la cesta ajena", estar sintonizados no es dar consejos, es tal vez darle un abrazo, un espaldarazo, una mirada o una sonrisa, porque en ese momento quien necesita consuelo, acompañamiento requiere un hombro donde reclinarse, una oreja que comparta ese momento y lo apoye, lo oiga, nada más.


En muchas ocasiones, sobre todo en nuestra época de adolescentes, cuando estamos en las montañas rusas de los cambios emocionales y psicológicos, si nuestra mejor amiga, nuestro hermano, nuestros padres no nos dan la razón, no se alteran como nosotros al enterarse de algún acontecimiento que nos afecte, sino no los vemos tan afligidos como estamos, sentimos que "no nos comprenden" y empiezan muchos de los problemas psicosociales de la edad.


Asimismo se presta en nuestra etapa de relaciones de pareja y de familia. Confundimos la empatía, el ponerse en el lugar o en los zapatos del otro, en que la persona que me ayude, me acompañe, debe llorar y gritar, sufrir y padecer tan igual o más que yo... y en algunos casos, se logra al punto que no es un acompañamiento emocional sino una histeria colectiva, un anclaje emotivo dañino que en lugar de sanar y ayudar a quien lo necesite, lastima y perjudica al del conflicto y a quien le acompaña.


Para eso, trabajar desde la Inteligencia Emocional, y crear una educación emocional adecuada, logrará que se evite entrar en esos conflictos emocionales no operativos o funcionales, porque aprenderemos a que 


"Puedo entender cuánto te duele, pero no debo sufrir para demostrarte que me importas y que te quiero"

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