Doy la bienvenida a todos con un corazón amoroso.
Para un anfitrión amable, un huésped nunca es una carga porque el corazón siempre está abierto y dispuesto a recibir con amor.
Recibo a mis huéspedes con calidez, aprecio e interés. Comparto libremente lo que debo dar.
Valoro a cada persona que invito a mi casa. Cada visita es una oportunidad de vincularme con los demás y ser amable.
Mi vida es transformada por el amor de Dios, del Universo, avivado a través de cada gesto amable.
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