En momentos sagrados, reconozco mi vínculo con Dios.
A menudo no nos permiten acercarnos y tocar objetos considerados valiosos —una pintura, una escultura, reliquias de la antigüedad— mas cuando comulgo con lo que verdaderamente es sagrado, me acerco y toco lo Divino.
Me aparto del ruido mundano, cierro los ojos y respiro profundamente. Descanso en un momento sagrado y lleno de amor en la capilla silenciosa de mi corazón.
En la quietud siento la presencia del Amor puro.
Envuelto en este Amor, mi corazón se abre todavía más, hasta que ya no existe “el Amor y yo”, sólo existe el “Amor”.
El tiempo se detiene y no tengo edad. Descanso en este momento sagrado hasta que un pensamiento me traiga de nuevo al mundo.
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