Perdono, y siento paz y libertad duraderas.
Cuando perdono a alguien, puede que mi cuerpo responda de varias maneras. Tal vez mi pecho se sienta apretado debido a una resistencia interna. O quizás sienta una paz profunda que confirma que estoy listo para dejar ir el resentimiento.
Hoy elijo liberarme por medio del perdón. Al hacerlo, suelto el estrés. Hago espacio para recibir la paz y el amor de Dios.
Bendiciones mayores me aguardan a medida que hago a un lado los pensamientos y actitudes que juzgan y condenan. Soy inspirado, edificado y mi carga se disipa. Me perdono y perdono a los demás, y amo incondicionalmente a las personas en mi vida. Recibo con gozo nuevas maneras de pensar y vivir. Gracias al perdón ¡soy libre!
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