Nuestro organismo esta compuesto por un 70% de agua, y nuestro planeta, contiene tres cuartas partes de ella, y poco sabemos de sus cualidades. Eso fue lo que pensó un doctor japonés llamado Masaru Emoto, quien llevó a cabo una serie de experimentos que le permitieron concluir que el agua es capaz de entregarnos mensajes de profunda importancia, básicamente porque es un ser viviente poderoso que puede llegar a ser alterado por los pensamientos y las emociones.
Edward Bach, médico inglés, descubrió la terapia floral que lleva su nombre, nos reveló cualidades del líquido ya que el agua tiene una memoria donde almacena la información que le reportan los campos magnéticos generados por las sustancias, en este caso flores y plantas, con las que entra en contacto. Masaru Emoto investigó si sería posible reflejar las cualidades sanadoras de diferentes tipos de agua de una manera visible y palpable. Todo comenzó en 1994 cuando el doctor Emoto tomó muestras de agua de varias fuentes, congeló unas pocas gotas, las examinó bajo un microscopio y las fotografió.
El experimento arrojó que las formas cambiaban dependiendo del tipo de agua, si es que era sucia o cristalina, y que también dependía de otros factores. Por ejemplo, expuso agua a sonidos grabados en cintas conteniendo palabras, nombres de personas, música, o exponiéndola a diferentes esencias florales. La música clásica siempre reflejó patrones hermosos mientras que el heavy metal creó imágenes distorsionadas, sin forma y borrosas como si ese tipo de música hubiera destruido el delicado equilibrio de las moléculas.
La investigación no quedó allí y Emoto continuó escribiendo palabras en pedazos de papel y pegándolas a un contenedor de vidrio transparente para ver si existía alguna reacción. Primero trató usando palabras positivas como “Amor” y “Gracias”, notando cada vez un bello y delicado patrón cristalino. Luego analizó que ocurría con términos “Me enfermas, te voy a matar” observando patrones distorsionados, asustados y turbios. Según Emoto, estos descubrimientos revelan que "el agua no sólo almacena información sino también sentimientos y conciencia, reaccionando a cualquier mensaje". E incluso agrega que "toda la información que alberga la estructura se hace visible cuando se fotografía una gota de agua en estado de congelación".
El experimento arrojó que las formas cambiaban dependiendo del tipo de agua, si es que era sucia o cristalina, y que también dependía de otros factores. Por ejemplo, expuso agua a sonidos grabados en cintas conteniendo palabras, nombres de personas, música, o exponiéndola a diferentes esencias florales. La música clásica siempre reflejó patrones hermosos mientras que el heavy metal creó imágenes distorsionadas, sin forma y borrosas como si ese tipo de música hubiera destruido el delicado equilibrio de las moléculas.
La investigación no quedó allí y Emoto continuó escribiendo palabras en pedazos de papel y pegándolas a un contenedor de vidrio transparente para ver si existía alguna reacción. Primero trató usando palabras positivas como “Amor” y “Gracias”, notando cada vez un bello y delicado patrón cristalino. Luego analizó que ocurría con términos “Me enfermas, te voy a matar” observando patrones distorsionados, asustados y turbios. Según Emoto, estos descubrimientos revelan que "el agua no sólo almacena información sino también sentimientos y conciencia, reaccionando a cualquier mensaje". E incluso agrega que "toda la información que alberga la estructura se hace visible cuando se fotografía una gota de agua en estado de congelación".
En suma, para Masaru Emoto sus fotografías demuestran que los pensamientos, la voz y las emociones humanas pueden alterar la estructura molecular del agua. Y huelga decir que si las afirmaciones de este investigador japonés son ciertas el descubrimiento es trascendente ya que como hemos comentado, tanto el 70% de nuestro cuerpo como el del planeta que habitamos es agua.
Por lo mismo, han surgido nuevas interrogantes en torno al poder de la intención y la palabra ya que lo descubierto por Emoto podría explicar por que una persona puede llegar a enfermarse si es constantemente bombardeada por pensamientos y palabras negativas. Por ejemplo, frases como “eres un tonto”, o decirle flojo, inútil, gordo o feo pueden influir en los fluidos y el agua que contiene el cuerpo de una persona. Mientras que frases amorosas, pacíficas y de luz elevan su nivel vibracional protegiéndolo y cuidándolo.
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