Un diamante tiene muchas caras, pero todas brillan incesantemente.
Es duro, pero suavemente se adapta a la joyería más fina y más delicada.
Es transparente, pero tiene un color propio.
Ser como un diamante significa desempeñar varios papeles, pero siempre estar brillando.
Ser firme consigno mismo, pero muy, muy suave.
Y ser transparente con los demás, ¡¡sin perder su individualidad!!
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