Dejo ir y dejo que Dios me guíe.
Cuando niño, puede que haya disfrutado al dejar ir un globo y observarlo flotar suavemente cada vez más alto, hasta que desaparecía de mi vista.
De la misma manera, dejo ir cualquier pensamiento o creencia que ya no sea para mi mayor bien. Visualizo que están dentro de un globo y gradualmente los dejo ir.
Pongo toda situación en manos de Dios con una conciencia fervorosa. Los viejos arrepentimientos, la negatividad o el temor ya no me controlan.
Al dejar ir el pasado, acepto el gozo de Dios que me aguarda en el momento presente.
Ahora abro mi mente y mi vida a un bien mayor, y avanzo con emoción y felicidad sabiendo que el día de hoy me ofrece gozo, salud y libertad.
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